Ritablog (5): Instrucciones para perder una vida

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Nota: No intentar hacer en casa, marcianos, grandes o pequeños. Los como-yos somos los únicos que tenemos vidas para regalar.

1.- Tómense unas vacaciones con unas marcianas llenas de ilusión y ganas de bañarse.

2.- Elíjase previamente un sitio para pasarlas que admita mascotas. Las marcianas, llevadas de su entusiasmo, nos ofrecerán el mejor de los lugares posibles. Si tiene un jardín, mejor, para que nosotros podamos disfrutar del campo que es nuestro medio natural.  Nosotros nos acomodaremos en nuestra cajita de viaje, claro, no vayamos a fastidiar ahora el experimento.

3.- Diríjanse como-yo y marcianas al mencionado lugar, que perfectamente puede estar cerca de la playa, tener una pequeña cabaña de madera en un espacio cerrado de un camping y un jardín alrededor.  Puede suceder con frecuencia en este tipo de experimentos que el viaje hasta el paradisíaco lugar haya sido largo, cansado y que las marcianas estén fuertemente acaloradas deseando tirarse al mar.  Nosotros estaremos deseando salir, pero cómodamente instalados en nuestro pequeño túnel traqueteante.

4.- Desembalen el equipaje las marcianas, liberándonos de nuestro encierro. Pónganse las marcianas su bañador y tomen sus toallas, preparadas para ir a la playa. Y tenga alguna de ellas, siempre amables con nosotros, la ocurrencia de que primero visitemos el jardín ya que hasta ahora no habíamos casi andado entre plantas, flores y tierra. Ahora es cuando nos depositan  con cuidado en el exterior, vigilándonos.

5.- En este momento, emborrachados de naturaleza desconocida, aprovecharemos para escabullirnos con rapidez situándonos en la base de la cabaña, construida sobre pilares de madera, que deja un espacio de unos 30 cm. entre el suelo de tierra y el de la propia cabaña. Resultará especialmente divertido observar desde allí a las marcianas llamándonos, tiradas en el suelo con sus toallas e intentando cogernos con uno de sus tentáculos con el que no pueden alcanzarnos. Se recomienda tumbarse en el suelo para mirarlas sin dejar tocarse, no sea que este fascinante mundo se termine. Ellas nos llamarán, primero dulces, luego menos dulces y sudorosas. Nos ofrecerán cositas de comer o cualquier otra que pueda llamar nuestra atención para tocarnos, pero no, no debemos dejarlas, porque si no ellas no pueden jugar a este divertido juego y lo pasarían fatal.

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Puede transcurrir un periodo de tiempo variable, entre media y dos horas en esta situación en la que seguiremos insistiendo en investigar bajo la cabaña. Estos lugares suelen tener escondrijos y huecos misteriosos que es preciso conocer, así que procuraremos conocerlos todos.

6.- Si alguno de estos huecos tiene tierra blanda en la que nos podamos hundir, clavos, alambres o tela metálica en la que nos podamos enredar, como suele suceder, trataremos de ir al fondo, para observar cómo las marcianas disfrutan de la situación. Esto es fundamental, no debemos pensar en cómo salir, en si quedaremos atrapados o en si podemos hacernos daño.  Si el agujero es profundo, eso es lo único importante. Agitaremos el rabo llenos de emoción y pondremos nuestros ojos redondos como los búhos para verlas mejor y jugar con ellas desde ese agujero.

7.- Aquí las marcianas pueden hacer diferentes cosas. Después de haber intentado ofrecernos comida, juguetes, llamadas dulces o menos dulces, pasar un palo para hacer que salgamos sin conseguirlo, hacer ruido, llamar a otros marcianos, etc., etc., pueden querer que vengan marcianos equipados con palos especiales para atraparnos, intentar que desmonten la cabaña (no parece lo más sencillo) o bien deslizarse hasta la playa agotadas y volver luego. Esto último pocas marcianas lo hacen porque nos quieren mucho y no desean dejar de vernos jugando.

8.- O bien puede suceder, como me pasó a mí, que finalmente me quedé encajado con mi gran felinidad en uno de estos huecos, que de tanto hurgar por ahí se te llene la cara de algo raro que no te deja ver. Las marcianas lo llaman telarañas. Las telarañas ya son otra cosa, y dejar de ver es algo que no le gusta a nadie. Las telarañas hicieron que utilizase la gran fuerza que tengo en mi tren trasero y desencajase mi corpachón del hueco. Miedo, si, no tengo idem de decir que lo tuve, así que salí confiando en que ellas me ayudarían, como siempre hacen.  Cuando por fin pude salir, tenía la cara completamente tapada y no veía nada. Ellas me abrazaron en seguida, me limpiaron… y el mundo volvió a ser visible. Creo que podría repetirlo otras seis veces más con el resto de vidas que me quedan, todo con tal de divertirnos como aquella vez, a ver si tengo oportunidad.

Hay muchas otras formas de perder vidas, ya sabéis. Pero estoy seguro de que tenéis gran imaginación y capacidad de descubrirlas por vosotros mismos. No vamos a desvelar aquí más secretos porque vuestros marcianos se divertirían menos. Y es que siempre queremos lo mejor para ellos.

Bueno, mis queridos amigos marcianos y demás como-yos y mascotas en general. A partir de aquí dejé un tiempo de escribir mis cosas, entretenido con la vida cotidiana, mi hijo adoptivo Suji (ya lo conocéis, Rayitas en japonés, quiere decir, cosas de la marciana pequeña) y otras dos o tres vidas que perdí y con esto pasaron unos cuantos años.  Y después retomé, con esas ganas de contar y de comunicarme con vosotros que me caracterizan, un nuevo blog que vais a leer a partir de la siguiente entrada.

Este nuevo blog sigue siendo mi historia, pero también la de otros como-yos que se han ido incorporando a mi vida, que ha ido cambiando. Espero que os hayáis divertido y que os guste saber qué le pasó con el correr de los años a este gatote medio trasto, que ya ha cumplido once años.

Un topetón graaaande en vuestras piernas, Rita.

 RITA y Eva Zubieta.

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